lunes, 17 de marzo de 2014

Cuadros parisienses III

XCII


LOS CIEGOS

¡Contémplalos, alma mía; son realmente horrendos!

Parecidos a maniquíes; vagamente ridículos;

Terribles, singulares como los sonámbulos;

Asestando, no se sabe dónde, sus globos tenebrosos.

Sus ojos, de donde la divina chispa ha partido.

Como si miraran a lo lejos, permanecen elevados

Hacia el cielo; no se les ve jamás hacia los suelos

Inclinar soñadores su cabeza abrumada.

Atraviesan así el negror ilimitado,

Este hermano del silencio eterno. ¡Oh, ciudad!

Mientras que alrededor nuestro, tú cantas, ríes y bramas,

Prendada del placer hasta la atrocidad,

¡Mira! ¡Yo me arrastro también! Pero, más que ellos, ofuscado,

Pregunto: ¿Qué buscan en el Cielo, todos estos ciegos?


XCIII

A UNA TRANSEÚNTE

La calle ensordecedora alrededor mío aullaba.

Alta, delgada, enlutada, dolor majestuoso,

Una mujer pasó, con mano fastuosa

Levantando, balanceando el ruedo y el festón;

Ágil y noble, con su pierna de estatua.

Yo, yo bebí, crispado como un extravagante,

En su pupila, cielo lívido donde germina el huracán,

La dulzura que fascina y el placer que mata.

Un rayo... ¡luego la noche! — Fugitiva beldad

Cuya mirada me ha hecho súbitamente renacer,

¿No te veré más que en la eternidad?

Desde ya, ¡lejos de aquí! ¡Demasiado tarde! ¡Jamás, quizá!

Porque ignoro dónde tú huyes, tú no sabes dónde voy,

¡Oh, tú!, a la que yo hubiera amado, ¡oh, tú que lo supiste!


XCIV

EL ESQUELETO LABRADOR

I

En las láminas de anatomía

Que yacen en estos muelles polvorientos,

Donde tanto libro cadavérico

Duerme como una antigua momia,

Dibujos a los cuales la gravedad

Y el saber de un viejo artista,

Por más que el tema sea triste,

Han comunicado la Belleza,

Se ven, lo que hace más completos

Esos misteriosos horrores,

Cavando como labradores,

Desollados y Esqueletos.

II

De este terreno que escarbáis,

Labriegos resignados y lúgubres,

Con todo el esfuerzo de vuestras vértebras,

O de vuestros músculos descarnados,

Decid, ¿qué cosecha extraña,

Forzados salidos del osario,

Arrancasteis y de qué granjero

Habéis llenado el granero?

¿Queréis (¡con un destino harto duro,

Espantoso y claro emblema!)

Mostrar que en la fosa misma

El sueño prometido no es seguro;

Que alrededor nuestro la Nada es traidora;

Que todo, hasta la Muerte, nos mientes,

133

Y que sempiternamente,

¡Ah! necesitaremos quizá

En algún país desconocido

Cavar la tierra áspera

Y hundir una pesada pala

Bajo nuestro pie sangriento y desnudo?

.

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